miércoles, 21 de junio de 2017

Puerta 2



En mi alma existía una especie de inocencia,
sentía que recorría mi piel, mi sangre, en el intento de calmar mi desenfreno,
 ese que llegaba a mí, se había apoderado hasta de mi silencio
y era yo quien intentaba olvidarle, de olvidar su furia,
de olvidar que no te tenía.

Había tardes con un cielo violeta, el contraste de los árboles se presentaba, 
el viento acariciaba mi cabello, y la música de mis audífonos era el puente hacia la desolación.

En ése mismo lugar era en donde dedicaba tiempo a mi cuerpo, 
a la belleza que todos reclaman, y por supuesto, yo seguía al pie de la letra,
lugares en donde a veces se termina con un jadeo al estar exhausta, 
y muchas otras veces sólo con los dedos oliendo a tabaco, y un suéter que no te cubre la tristeza.